Un decálogo para un maestro/a de literatura

Nerina Canzi, ilustrando Alicia en el país de las maravillas.

Un dekalogos se divide en dos partes: deka o diez, y logos, palabra o expresión. Un decálogo es un conjunto de diez principios breves y precisos que orientan una actividad; preceptos puntuales que hacen a una persona partícipe de una comunidad y, por lo mismo, guían y regulan. Un decálogo, así entendido, es una carta de principios taxativos que tutelan los valores e intenciones fundamentales de un grupo o persona. Desde el decálogo bíblico, o Diez mandamientos, dado a conocer al pueblo judío por Moisés hasta los modernos de las empresas, los decálogos hacen las veces de pautas que dejan en claro axiomas fundacionales (finalidades) y las formas de cumplirlos (acciones). Un decálogo resulta ser, pues, la declaración o manifiesto de un credo y las formas de cumplirlo.

Visto con detalle esto, de manera más o menos explícita toda sociedad y sujeto han elaborado un decálogo de vida, en tanto comprenden cuáles son sus valores sustantivos -esos y no otros- y esas acciones -esas y no otras- para asumirlos y testimoniarlos. Como seres hechos con anhelo de trascendencia y finalidades, nos arropamos con unos derroteros que tomamos a la manera de brújula para el trasegar del día a día. De hecho, no solo las religiones sino la ética personal y la vida política están enmarcados en decálogos. Bien vista, una Constitución política hace las veces, in extenso, de un decálogo para sus ciudadanos o, sin ir muy lejos, los sabios consejos de nuestros padres y abuelos son decálogos que nos legan.

Claro, para el caso concreto de la educación, un decálogo es más una ruta de sugerencias formativas que una doctrina de ciego acatamiento. Un decálogo, puesto en perspectiva educativa, ayuda a precisar y motivar sobre la aprehensión de ciertos propósitos y ofrecer algunas estrategias para su consecución. Sin abusar de ellos ni hacerlos inflexibles, los decálogos en el aula de clase motivan la participación en objetivos comunes y aminan los procesos para hacerlo de mejor manera. Es más: puestos en un lugar vivible, presentados didácticamente con la participación del grupo y leídos con regularidad, se tornan en lecciones y planes de trabajo afables y comunitarios.

Sigamos cerrando el foco de mira. No olvidemos que a un maestro/a le corresponden, primordialmente, dos acciones: enseñar bien, y despertar el deseo de aprender en el otro. Dedicarse, ocuparse de elaborar y llevar a cabo lecciones significativas de manera clara y amable y desde ellas, en la medida que el otro lo quiera -pues el aprendizaje es un acto de libertad y voluntad-, dar alas.  

Limitemos aún más el ángulo de la discusión. Para el caso de un/a docente que enseña literatura, la primera pregunta es: ¿se ama la literatura? Más allá de los afanes pedagógicos, de las múltiples dificultades laborales y salariales o de las arquitecturas didácticas, esta es la pregunta eje: ¿se ama lo que se enseña? Y aunque esta pregunta es común a todo oficio y docente, en el caso específico de la literatura adquiere un matiz peculiar dada la naturaleza misma de lo que se enseña. La literatura tiene una particularidad -además de las que he indicado en otras entradas de este mismo blog-: es un arte de la expresión y la creatividad que con celo exige de quien la enseña habilidades máximas de expresión y creatividad. Entonces, hacerse a un decálogo permitirá aclarar y unificar criterios y actividades para que cada clase de literatura sea un viaje inolvidable.  

Con el ánimo de contribuir a hacer nuestro oficio más trascendente y significativo para nosotros y nuestros estudiantes, propongo un decálogo para el maestro/a de literatura.

  1. Sé un buen lector de literatura.
  2. Sé un buen lector de literatura, en voz alta.
  3. Llama la atención sobre lo dicho, lo sugerido y lo no dicho.
  4. Lee con los estudiantes, habitando los detalles del texto.
  5. Siempre lee con los estudiantes un clásico.
  6. Enseña con esmero cada género literario.
  7. Insiste en conocer y analizar los contextos de cada obra leída.
  8. Promueve diálogos sobre las obras leídas.
  9. Estimula los círculos de creación literaria.
  10. Alimenta motivos para escribir, para escribir, para escribir…

8 Comments

      1. Profe, tuve la oportunidad de realizar las lecturas:
        ¿Por qué estudiar literatura? y Decálogo para el maestro de literatura y las disfruté y aproveché al máximo, cité varias frases que fui encontrando en cada una de ellas y me resultó una experiencia fascinante, no me queda más que agradecerle por compartir su conocimiento.
        Nota: El vídeo «Los fantásticos libros voladores del sr. Morris Lessmore.
        ¡Que historia más bonita!!, la disfrutamos mucho junto a mi hijo, recomendada para grandes y chicos, sobre todo para quienes estén interesados en ingresar al mundo de los libros, el mismo mundo que recorrió el sr. Morris.
        A modo personal creo que esta historia es una analogía de la situación que le sucedió al sr. Morris y lo que puede ser nuestra vida si incluimos en ella el amor por los libros, una llave prodigiosa de información y cultura que podemos entregar a nuestros queridos niños y jóvenes estudiantes.
        Le reitero el agradecimiento profe!!

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      2. Erika, me alegra que el blog le sirva tanto a Ud. como a su familia y que alimente sus reflexiones y proyectos. R.L.

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      3. Gracias Erika por la atenta lectura del blog. Me alegra y espero que le aporte mucho a su vida personal y a su formación docente. R.L.

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